¿Qué te llevó a indagar profesionalmente sobre la seguridad en internet?
Una mezcla de casualidad y curiosidad. Cuando Internet estaba llegando a España yo estuve vinculada de manera muy lateral a un documental que se hizo aquí sobre hackers. Miguel Ángel Nieto era director y amigo mío. Entonces, de repente, me relacioné con un grupo de hackers, cuando nadie sabía lo que era eso; era el año 98. Me enseñaron a comunicarme de manera segura, a utilizar claves criptográficas, a saber cuáles canales de comunicación eran apropiados y cuáles no, desde el punto de vista de la seguridad.
Además, yo estaba escribiendo sobre tecnología para distintos medios en España. Tuve la suerte de empezar a escribir sobre esto cuando llegaba Internet, lo cual para mí ha sido un regalo.
Pero mi interés en la tecnología siempre ha sido muy mecánico siempre me he interesado mucho en cuáles son las infraestructuras que soportan las comunicaciones, qué tipo de particularidades tienen, cómo se reflejan en el software que se usa, qué tipo de gobernanza tiene el software.
Siento que dentro del periodismo tecnológico hay dos grandes maneras de ver el mundo. La más corriente durante muchos años ha sido un poco la electrónica de consumo: va a salir este aparato, tiene estas características. Esto para mí no es tecnología. Y luego el mundo de cuáles son las mecánicas del mundo que los rodea, cómo condiciona tu manera de relacionarte con el mundo y con el resto de las personas y qué peligros conlleva. A mí siempre me ha interesado eso.
En los últimos años ha habido un esfuerzo en que las infraestructuras que permiten las telecomunicaciones y que las plataformas que usamos para comunicarnos sean opacas, porque revelan un grado de centralización tremendo. No son dispersas, descentralizadas y bien distribuidas sino que están muy centralizadas. No están diseñadas para la eficiencia sino para el control. Yo vengo un poco de ese mundo.